domingo, 12 de diciembre de 2021
Cada año tiene su propia enseñanza
domingo, 10 de octubre de 2021
5 hábitos personales para mi Salud Mental
Hoy leí que es el Día de la Salud Mental y me puse a reflexionar por lo lastimada que está la de todos tras 19 meses de pandemia.
Sí bien traíamos una salud mental deteriorada, por las demandas de estos tiempos, lo acontecido en los últimos meses ha servido de acelerador en procesos que ya traíamos. Ansiedad, depresión, estrés y tantos males mentales han encontrado cabida.
Escribo esta entrada al blog para invitarlos a que reflexionen sobre sus hábitos y qué hacen por su salud mental. Empiezo yo.
Danza
A mis 3 años empecé a practicar danza, y si bien nunca me he dedicado a ello, sí he hecho del movimiento pieza fundamental en ese rompecabezas que complementa mi salud mental. Es curioso que esto que tanto disfruto en ocasiones me ha llegado a causar estrés, pues claro, cuando perdemos el propósito se pierde el resultado esperado. Por lo anterior siempre me aseguro de que los procesos concernientes a la danza sumen al bienestar, y es allí donde no me afano por la perfección ni que se torne en obligación.
Bailar semanalmente es para mi como respirar, pero nunca puede ser por competencia, para lucirme en una presentación o por obligación, cuando dejo de disfrutarlo, entiendo que no se está cumpliendo el propósito y migro a otra danza, o pongo límites que me permitan el balance que me haga sentir en bienestar. Actualmente procuro bailar tres veces por semana, he tenido épocas de hacerlo diario.
Yoga y meditación
Estas prácticas de bienestar de origen hinduista, son lo que en mi cultura entendemos como “estate quieto”. En dos platos, me obligan a bajar revoluciones y procuro hacerlo al menos un par de veces por semana. Encontrar un buen maestro es clave, y poner nuestros propios límites también, en el tanto son prácticas que en su esencia son buenas, en la medida que no pierdan su esencia, la cual es precisamente conocer nuestros propios límites y reconocer que no somos iguales y a cada quien se le facilitan o dificultan fases, indistintamente género, edad y contextura.
Lo más valioso de este hábito, es que la mente es la protagonista, tanto en el caso del yoga como de la meditación.
Afectos
Crecí sola por ser hija única, vivo sola por ser divorciada y sin hijos, y trabajo sola, por hacer teletrabajo; así que el compartir diario con mis afectos se ha vuelto esencial. Hace un par de años me dedicaba más a los amigos, eran muchos y yo callejera, así que siempre tenía plan. Estos tiempos en que se nos insta a estar en burbuja, modificaron esteárica práctica.
A quienes elijo ver los selecciono considerando sus hábitos en pandemia, que vayamos a compartir tiempo de calidad y que me hayan hecho falta y a la inversa, en el 2020 en que no vi a nadie más que mis papás. Las personas van y vienen en nuestras vidas, los caminos se acercan o no conforme a los intereses y procesos de vida, sin embargo esos que llamo “afectos cercanísimos” son a quienes sé incondicionales en las buenas y en las malas, con quienes puedo reír, pero también llorar, y que en el 2021 me han acompañado a llevar la incertidumbre este año en particular en que la vida me movió el piso, quienes han preguntado y sido empáticos con mis emociones.
Espiritualidad
En este apartado no me refiero a religión, pues el concepto espiritualidad lo considero más amplio y preciso. Nuestras creencias y valores representan un sentir, y es así como la paz la encontramos tanto en el término hinduista “Ahimsa” (no violencia) como en el acto católico “dar la paz”.
Sobre espiritualidad no me extenderé pues es muy personal, pero ya me habrán escuchado en múltiples ocasiones mencionar a mi Virgen de la Medalla Milagrosa, y también a rituales anuales como el Holi, el Diwali y Navidad, y compone ese sincretismo espiritual, que solo yo me entiendo.
Productividad
Mi necesidad de sentirme productiva y la pasión por mi profesión, pueden ser tanto gratificantes como autodestructivas. No pocas veces mis jefes me ha dicho que doy más de lo que esperan, y claro, me encanta me lo digan, pero hacer de esto un hábito e irrespetar horarios personales de descanso, alimentación, formación o entretenimiento, hacen indispensable que el balance exista.
Dejo acá cinco reflexiones sobre las prácticas que componen mi bienestar y agregan a mi salud mental. No creo haber sido exhaustiva, porque sin duda hay muchos más hábitos que no mencioné, pero ahora te pregunto a vos ¿qué hacés por tu salud mental?
Te leo…
viernes, 2 de julio de 2021
El dilema de vincularse entre distintas generaciones mediante la docencia
Mi generación, la X, suele estigmatizar a las posteriores por hábitos y preferencias. No pocas veces he escuchado a mis contemporáneos referirse con desdén sobre millenials y centennials. Pienso que esto siempre ha ocurrido, y claro, cada generación tiene conductas que asume como las correctas y le cuesta comprender por qué otras generaciones no las practican.
Lejos de calificar, o
descalificar, cómo es cada generación, mi reto como comunicadora concierne a
que aquellas estrategias para marcas, campañas, y demás propias de mi oficio,
se segmenten de forma adecuada y lleguen con ideas válidas, eficaces y
resultado del conocimiento sobre ese segmento de mercado al que está apuntando
la táctica que concebimos.
El ejercicio profesional como
docente quizás ha sido lo que siempre me ha sacado de la zona de confort, pues
más allá de una marca con sus valores y necesidades, es mi propia marca personal
la que se ve expuesta. Sí, y con ello se descubren brechas tecnológicas y de
conocimiento sobre lo que esa generación demanda.
Saber cómo esa audiencia concibe
el mundo se torna vital para ser asertiva en mi comunicación hacia dichos
estudiantes. Curiosamente mi primera experiencia como docente fue en maestría,
hace aproximadamente doce años. En esa ocasión mis alumnos tenían mi edad o más
que ella, pues mi reciente graduación de postgrado me calificaba como docente,
pero a la vez me enfrentaba a esa validación, no del poder real, sino del poder
legítimo.
Tan gratificante fue la
experiencia que continué enseñando. Años después tuve la oportunidad de dar
licenciatura, nuevamente sentí en mis estudiantes el respeto ante alguien que conoce
lo suficiente para pararse al frente y enseñarles.
Pasaron los años y no volví a
ejercer la docencia, mi tiempo era limitado. Cuando volví
a tener la disponibilidad, volví a ejercer el rol, finalmente en mi
alma mater; pero esta vez la experiencia fue distinta, encontré chicos
inconformes con la vida, frustrados de tener que estudiar una licenciatura por
no poder conseguir el empleo de sus vidas recién graduados de la Universidad
más prestigiosa del país. Tan dispersos e indiferentes eran aquellos
estudiantes, que me dije, “tenían que ser millenials”, y sí, caí en el error de
estigmatizar y pensar que quizás lo mío no era más la docencia. Les parecía fea una aula con tecnología y mobiliario de primera, claro, no habían vivido las limitaciones de
mi generación. Exigían presentaciones cada vez más dinámicas, diseños únicos y
un derroche de recursos que ilustraran sus expectativas y que jamás iba a satisfacer.
Para aquellos chicos era más importante la forma que el fondo, y se negaban a escuchar, más pendientes de la salida a comer sushi después de clase, que de aprovechar el tiempo de formación.
Salir de aquel semestre fue una tortura,
no importaban mis esfuerzos, nunca iba a satisfacer a aquella generación
ingrata a la que mi experiencia incomodaba, y que se congraciaban con descalificar docentes, curiosamente personas a quienes yo apreciaba y sabía
grandes profesionales.
Pero como la vida me ha enseñado
a no darme por vencida, continué en la docencia, esta vez con alumnos de
bachillerato, que no eran de mi campo profesional sino de otras carreras, deseosos
de conocer sobre mi ámbito, la Comunicación. Esta vez fue un deleite, ¿por qué?,
me atrevería a pensar que por las expectativas que tenían dichos estudiantes,
que lejos de aproximarse a mis clases con lupas en busca de detalles que ellos
sentían podían hacer mejor, los estudiantes esta vez llegaban a mis clases con
ilusión por un nuevo campo profesional, y deseosos de aprender.
Cada vez más jóvenes, y cada vez
más ancha la brecha entre generaciones, aquel grupo de estudiantes se convirtió
ya no en un reto, como los del curso anterior, sino por el contrario en una
inspiración. Las horas que dediqué a ese curso no se remuneran económicamente,
pero sí se pagan con la satisfacción de la apertura que percibí. Llevé muchos
invitados, les hice clases que a mi criterio eran dinámicas, que los retara,
que los sacara de la zona de confort, y los pusiera a pensar.
Toda esta antesala de contexto me
lleva finalmente a presentarles el tema en cuestión. No es que entre generaciones
haya necesariamente incomprensión, sino que es en ese intercambio de
expectativas que pueden o no entenderse.
Recuerdo la primera clase en que
les pregunté por qué medios se informaban y las respuestas en su gran mayoría giraron
en torno a Instagram, Twitter, páginas de memes y Facebook. Que su contacto con
las noticias fuera porque los papás encienden el televisor a la hora de
almorzar, o porque mientras permanecen en el gimnasio las ven de rebote, me
resultó aterrador.
Inculcarles el hábito de
informarse, fue mi aspiración, curiosamente resultó más fácil de lo que pensé,
y bastó con asignarles el seguimiento a fuentes afines a su campo profesional,
para que me sorprendieran semana a semana con sus hallazgos.
El promedio de dicha generación
rondaba los 23 años, yo en mis 43, lejos de concebirme como “la señora”, me
sentí tremendamente identificada con las ansías de conocer de mis alumnos.
Curiosamente el target al que me dirigía era amplio, los había de 19, pero
también de 32 y hasta de 42.
Sé como comunicadora de la
importancia de segmentar nuestro target, ¿pero es acaso la edad lo importante?,
¿no será más bien la actitud?
Hoy finalizo 11 lecciones con un
grupo que me devolvió el gusto por la docencia. Restan cuatro clases más, las
cuales impartiré ya no a los 30 estudiantes, sino a grupos de 3 a
los que mentorearé en su trabajo final. ¡Cuánto trabajo adicional dirán algunos!,
pero no, son sus propias marcas personales las que modelaré, ayudándoles a
desarrollar “pilotos” de productos gráficos y audiovisuales con que responderán a
sus objetivos de comunicación de temas muy variados, mismos que ellos eligieron
y que estoy segura desarrollarán con pasión, porque el curso fue su elección y
no una imposición académica curricular.
Cierro estas líneas confirmando
lo que sentí en aquella primera ocasión hace una docena de años ¡me encanta
enseñar!