miércoles, 24 de marzo de 2010

Carta de despedida al 2009 y bienvenida al 2010

Wow, por dónde empezar…. El 2009 sí que me dejó todo lo que jamás podría haber imaginado. Es curioso porque en alguna medida se cumplieron los deseos de mi corazón, sin embargo no de la forma en que lo creí. Inicié este año pensando en siete metas: 
1. Ahorrar mucho 
2. Vivir en equilibrio (pareja, papas, amigos, trabajo, yo) 
3. Ejercitarme periódicamente 
4. Leer regularmente 
5. Prepararme para la maternidad 
6. Arte y más arte 
7. Automotivarme laboralmente 
Y adivinen………………… Definitivamente la Laura que inicia el 2010 es muy diferente a la del 2009, veo las cosas de forma diferente, he aprendido a levantarme, tengo una fortaleza que desconocía, y ahora soy más feliz, porque he decidido serlo por mí, y no por nada ni nadie. Hoy sé que mis amigos son verdaderos, porque en las buenas están, pero en las malas se desbordan. Del trabajo no tuve tantas lecciones como en años anteriores, pero quizás porque mucho de lo que debía aprender ya lo había hecho ante todo tipo de vivencias, y honestamente, estoy a gusto en este ámbito, increíble pero cierto. Dios, siempre presente, y más agarrada de mi fé que nunca antes. Mi familia, ni qué decir, siempre la he valorado, pero ahora la siento más cercana y sólida, mis papas no solo me acompañaron en un año “rudo”, sino que me demostraron como nunca lo que es el amor verdadero. Y a aquello que le llaman “amor” y que tiene más características afines a otros tipo de sentimientos y actitudes, como lo son el deseo y la atracción, pues aprendí a verlo justamente en esa dimensión. De amores perfectos e infinitos me siento desintoxicada, viví lo que fue la dependencia a una relación nociva y bueno, de la cual fue duro salir, porque en sus comienzos estuvo hecha a la medida y de allí que me haya aferrado en detrimento de mi bienestar personal. La relación hombre-mujer cobró para mi otra dimensión, la veo volátil, frágil, tremendamente frágil… y por ende no aspiro más a un amor romántico para toda la vida. Quizás suene decepcionada, pero es todo lo contrario, es un nuevo enfoque, el de vivir y disfrutar esos momentos como nunca antes lo había hecho, porque las relaciones humanas son tan complejas, como para ponerles tantos matices que las entraban. Para el 2010 tengo muchas ilusiones, ya no les llamo expectativas ni metas, deseo cosas tan simples como volver a leer, ya que no me forzado a hacerlo en el tanto perdí el nivel de concentración, pero sí quiero que el año que inicia recobre la paz, para sentir el placer de dejarme consumir por un libro. Me ilusiona viajar, vivir, sentir, compartir…… De afectos me siento colmada, son tantos y tan variados, como para todo tipo de ocasión. Creo que el amor y la felicidad deben ser objetivos en la vida, el punto está en que no se alcanzan por nadie más, sino que prive el amor propio y la felicidad que está en uno. Sé que seguiré creciendo y bueno, ya no tengo miedo, porque sé que lo puedo afrontar. Sí, creo que quiero que llegue el 2010, pero no por lo que traiga consigo el año, sino por lo que representa, la oportunidad de surgir, de reír, de vivir y disfrutar ese ser maravilloso que he moldeado, porque realmente me he esforzado por ser quien soy, y el serlo, me hace feliz.

Lo que quieren las de treintaytantos

Las mujeres de treintaytantos tienen necesidades diferentes a las que tuvieron en su edad las generaciones que las han antecedido. Ser mujer, y haber superado ese cumpleaños #30, sin haberse tropezado aún con el #40, predispone a sentir y pensar de determinada forma. Varios factores las caracterizan, y la excepción que confirma la regla se llama “Susanita”.

El estado civil es el primero de esos factores determinantes. Las de treintaytantos están: encaminadas al matrimonio, recién casadas o explorando la segunda soltería, sea por un divorcio o por una relación importante que no fructificó. Las anteriormente llamadas solteronas y que solían empezar a verse en este rango de edad, ya no existen. Esta fue una especie que se extinguió, porque cualquiera que sea la razón por la cual estas mujeres no están casadas, no es porque sean carentes de belleza y nadie las haya elegido. Tampoco es porque nunca hayan explorado su sexualidad y desconozcan lo que es el amor de pareja. Ellas son hermosas, eligen, sienten y desean.

Las mujeres de treintaytantos tienen trabajo, son profesionales y asumen jornadas de tiempo completo con profundo compromiso. Luchan día a día por ser competitivas, y no por ello llegan a obtener las remuneraciones justas. Si tienen hijos les es sumamente difícil sobrellevarlo junto con el rol laboral, por horarios, cuestionamientos a su profesionalismo o zancadillas post-parto, no son pocas las que han dejado un trabajo porque la maternidad significó un impedimento para sus empleadores. A estas mujeres la independencia económica les permite asumir la tenencia de bienes, como carro y casa, el esfuerzo para lograr este sueño equivale a los dolores de parto, así que las de treintaytantos son en alguna medida… madres, porque sí que han parido.

La familia sigue siendo para ellas importante, padres, hijos y demás parientes, cercanos y lejanos, tienen un lugar en su corazón y pensamiento. Ellas son cualquier cosa menos egoístas, porque habiendo superado la niñez, adolescencia y los veinte, voltean a ver a sus familias, aceptándolas y queriéndolas tal cual son, siendo las más preocupadas por el bienestar de estas. La pareja, vaya preocupación, todas desean tenerla, pero a muy pocas satisface. Esa persona que potencia su felicidad, suele estar ausente. Algunas están en pareja, ¿pero es esa la persona correcta? Ellas quieren compañeros de vida, solidarios, que acepten que no sepan hacer algunas labores propias de la casa, o acaso ser mujer es sinónimo de ser servidora doméstica. Como pareja quieren a hombres deseosos de verlas bien, que las consientan y les digan lo maravillosas que son y que no las cambiaran por una de veinte. Las de treintaytantos aún son un tanto “cenicientas”, siguen añorando al príncipe azul que va a rescatarlas, pero como este nunca llega, aprenden a rescatarse solas.

La espiritualidad también cumple un rol importante, pero cada una la vive a su modo, no es más un tema de valores y herencia, sino de convicciones. La diversión, cómo no mencionarla, es de sus necesidades la única que no cambia con respecto a la década anterior. Sí modifican sus actividades, de pronto una buena cena o un vino acompañado de una agradable plática, son preferidos. El elemento diferenciador tiene que ver con sentirse cómodas y poder acceder al gusto que deseen, estos sí son dos grandes cambios con respecto al esparcimiento que solían tener en años previos.

Las de treintaytantos son seres plenos, mujeres “bravas” como bien les dijo un valiente autor, apelando a la firmeza de su carácter y deseos. Estas mujeres sí que valen, porque han alcanzado lo que quieren con su propio esfuerzo.